Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA DE LOS INDIOS DE LA NUEVA ESPAÑA



Comentario

Capítulo XI


371 En el cual prosigue la materia, y nombra algunos grandes ríos que bajan dé los montes, y de su riqueza; trata algo del Perú

372 Habiendo dicho algo de los montes, aunque sumariamente, justo será decir algo de los ríos que en ellos salen, que son muchos y grandes, según que parece por la carta del navegar, adonde claramente se ve su grandeza ser tanta, que de muchos de ellos se coge agua dulce dentro en la mar alta, y se navegan y suben por ellos muchas leguas, y todas sus riberas solían ser muy pobladas de indios, aunque ahora en muchas partes y provincias las conquistas y entradas que han hecho las armadas han despoblado mucho la tierra, y los indios que han quedado, temerosos, se han metido la tierra adentro. De estos ríos que digo he visto algunos, pero de sólo uno quiero decir, que ni es de los mayores ni de los menores, y por éste se podrá entender la grandeza que los otros deben tener, y qué tales deben ser.

373 Este río de quien trato se llama en lengua de los indios Papaloapa, y es buen nombre, porque él papa y recoge en sí muchos ríos. La tierra que este río riega es de la buena y rica que hay en toda la Nueva España, y adonde los españoles echaron el ojo como a tierra rica; y los que en ella tuvieron repartimiento llevaron y sacaron de ella grandes tributos, y tanto la chuparon, que la dejaron más pobre que otra, y como estaba lejos de México no tuvo valedores. A este río pusieron los españoles nombre el río de Alvarado, porque cuando vinieron a conquistar esta tierra, el adelantado Pedro de Alvarado se adelantó con el navío que traía, y entró por este río arriba la tierra adentro. El principio de este río y su nacimiento es de las montañas de Zonguilica, aunque la principal y mayor fuente que tiene es la que dije de Aticpac. En este río de Papaloapa entran otros grandes ríos, como son el río de Quiuhtepec y el Uitzila, el de Chinantla, y el de Queuhquepaltepec y el de Tuztlan, y el de Teuziyuca. En todos estos ríos hay oro y no poco, pero el más rico es el de Uitzila. Cada uno de estos ríos, por ser grandes, se navegan con acales, y hay en ellos mucho pescado y bueno. Después que todos entran en la madre hácese un muy hermoso río y de muy hermosa ribera llena de grandes arboledas. Cuando va de avenida arranca aquellos árboles, que cierto es cosa de ver su braveza, y lo que hinche; antes que entre en la mar, revienta y hinche grandes esteros y hace grandes lagunas, y con todo esto cuando va más bajo lleva dos estados y medio de altura, y hace tres canales, la una de peña, la otra de lama, y la otra de arena. Es tanto el pescado que este río lleva, que todos aquellos esteros y lagunas están cuajados que parece hervir los peces por todas partes. Mucho había que decir de este río y de su riqueza, y para que algo se vea quiero contar de un solo estero, que dura siete u ocho leguas, que se llama el Estanque de Dios.

374 Este estero o laguna que digo parte términos entre dos pueblos; a el uno llaman Queuhquepaltepec, y al otro Otlaitlan; ambos fueron bien ricos y gruesos; así de gente como de todo lo demás; va tan ancho este estero como un buen río, y es bien hondo; y aunque lleva harta agua, como va por tierra muy llana, parece que no corre para ninguna parte; al mucho pescado que en él hay suben por él tiburones, lagartos, bufeos; hay en este estero sábalos tan grandes como toninas, y así andan en manadas y saltando sobre aguadas como toninas; hay también de los sábalos de España y de aquel tamaño, y los unos y los otros son de escama y manera y nombre los unos como los otros; por este estero suben y se crían en él manatíes o malatíes; asimismo se ceban en este estero muchas aves de muchas maneras; andan muchas garzas reales y otras tan grandes como ellas, sino que son más pardas y más oscuras, y no de tan grande cuello; andan otras aves como cigüeñas, y el pico es mayor, y es una cruel bisarma; hay garzotas, de muchas de las cuales se hacen hermosos penachos, por ser las plumas mucho mayores que las garzotas de España; hay de estas cosas sinnúmero: alcatraces, cuervos marinos; algunas de éstas y otras aves somorgujando debajo del agua sacaban muchos peces. Las otras menores aves que no saben pescar están esperando la pelea que los pescados grandes tienen con los menores, y los medianos a los pequeños, y en este tiempo como se desbarata el cardumen del pescado, y van saltando los unos y los otros guareciéndose a la orilla, entonces se ceban las aves en los peces que saltan y en los que se van a la orilla del agua; y a el mejor tiempo vienen de encima gavilanes y halcones a cebarse en aquellas aves que andan cebándose en los peces, y como son tantas tienen bien en qué se cebar; lo uno y lo otro es tan de ver, que pone admiración ver cómo los unos se ceban en los otros, y los otros en los otros, y cada uno tiene su matador. Pues mirando a la ribera y prados, hay muchos venados y conejos y liebres en grande abundancia, mayormente venados, adonde vienen los tigres y leones a cebarse en ellos; demás de esto, de una parte y de otra va muy gentil arboleda, que demás de las aves ya dichas, hay unas como sierpes que los indios llaman queuhquezpal, que quiere decir sierpe de monte; a los lagartos grandes llaman sierpe de agua. En las islas llaman a las primeras, iguanas. Estas andan en tierra y entre tierra y agua, y parecen espantosas a quien no las conoce; son pintadas de muchas colores, y el largo de seis palmos, más o menos. Otras hay en las montañas y arboledas que son más pardas y menores; las unas y las otras comen en día de pescado, y su carne y sabor es como de conejo; éstas salen al sol y se ponen encima de los árboles, en especial cuando hace día claro.

375 En este estero y en el río hay otros muchos géneros de aves, en especial unas aves muy hermosas, a que los indios llaman teucachule, que quiere decir dios cachule. Estas así por su hermosura como por su preciosidad, los indios las tenían por dioses, toda la pluma que estas aves tienen es muy buena y fina para las obras que los indios labran de pluma y oro; son mayores que gallos de Castilla. Entre otras muchas especies de patos y ánades, hay también unos negros, y las alas un poco blancas, que ni son bien ansares ni bien lavancos; éstos también son de precio. De éstos sacan la pluma de que tejen las mantas ricas de pluma; solía valer uno de éstos en la tierra adentro un esclavo; ahora de los patos que han venido de Castilla y de los lavancos, los tienen los indios para pelar y sacar pluma para tejer; la pluma de los de Castilla no es tan buena como la de los de esta tierra.

376 En este río y sus lagunas y esteros se toman manatíes, que creo que es el más precioso pescado que hay en el mundo; algunos de éstos tienen tanta carne como un buey, y en la boca se parecen mucho a el buey; tienen algo más escondida la boca, y la barba más gruesa y más carnuda que el buey; sale a pacer a la ribera, y sabe escoger buen pasto, porque de yerba se mantiene; no sale afuera del agua más de medio cuerpo, y levántase sobre dos manos o cotones que tiene algo anchos, en los cuales señala cuatro uñas como de elefante, sino que son mucho menores, y así tiene los ojos y el cuero como de elefante; lo demás de su manera y propiedades pone bien el libro de la Historia general de las Indias, haylos en este estero y aquí los arponan los indios y los toman con redes.

377 De dos veces que yo navegué por este estero que digo, la una fue una tarde de un día claro y sereno, y es verdad que yo iba la boca abierta mirando aquel Estanque de Dios, y veía cuán poca cosa son las cosas de los hombres y las obras y estanques de los grandes príncipes y señores de España, y cómo todo es cosa contrahecha adonde están los príncipes del mundo, que tanto trabajan por cazar las aves para volar las altanerías desvaneciéndose tras ellas; y otros en atesorar plata y oro y hacer casas y jardines y estanques; en lo cual ponen su felicidad; pues miren y vengan aquí, que todo lo hallarán junto, hecho por la mano de Dios, sin afán ni trabajo, lo cual todo convida a dar gracias a quien hizo y crió las fuentes y arroyos, y todo lo demás en el mundo, criado con tanta hermosura; y todo para servicio del hombre, y con todo ello malcontentos; pues que desde una tierra tan rica y tan lejos como es España muchos han venido no contentos con lo que sus padres se contentaron (que por ventura fueron mejores y para más que no ellos), a buscar el negro oro de esta tierra, que tan caro cuesta, y a enriquecerse y usurpar en tierra ajena lo de los pobres indios, y tratarlos y servirse de ellos como de esclavos. Pues mirándolo y notándolo bien, todos cuantos ríos hay en esta Nueva España, ¿qué han sido sino ríos de Babilonia, adonde tantos llantos y tantas muertes ha habido, y adonde tantos cuerpos y ánimas han perecido? ¡Oh, y cómo lloran esto las viudas y aún las casadas en España, por los ahogados en estos ríos y muertos en esta tierra y a los acá olvidados y abarraganados sin cuidado de volver a sus casas, ni a donde dejaron sus mujeres, dadas por la ley y mandamiento de Dios; otro dilatando su partida, no queriendo ir hasta que estén muy ricos; y los más de éstos permite Dios que vienen a morir en un hospital! Había de haber para éstos un fiscal que los apremiase con penas; porque más le valiera ser buenos por mal, que no dejarlos perseverar en su pecado; no sé si les cabrá parte de la culpa a los prelados y confesores; porque si éstos hiciesen lo que es en sí y los castigasen y reprendiesen, ellos volvieran a sus casas y a remediar a sus hijos.

378 A los moradores de las islas no les bastan los indios que de ellas han acabado y despoblado, sino buscar mil modos y maneras para con sus armadas venir a hacer saltos a la tierra firme; denle cuanto buena color quisiere delante de los hombres, que delante de Dios yo no sé qué tal será.

379 ¡Oh, qué río de Babilonia se abrió en la tierra del Perú! ¡Y cómo el negro oro se vuelve en amargo lloro, por cuya codicia muchos vendieron sus patrimonios, con que se pudieran sustentar tan bien como sus antepasados! Y engañados de sus vanas fantasías, de adonde pesaban llevar con qué se gozar, vinieron a llorar, porque antes que allegaran a el Perú, de diez apenas escapaba uno, y de ciento, diez; y de aquellos que escapaban, allegados al Perú han muerto mil veces de hambre y otras tantas de sed, sin otros muchos e innumerables trabajos, sin los que han muerto a espada, que no han sido la menor parte. Y porque de mil ha vuelto uno a España, y éste lleno de bienes, por ventura mal adquiridos, y según San Agustín, no llegarán al tercero heredero, y ellos y el oro todos van de una color, porque con el oro cobraron mil enfermedades, unos tullidos de bubas, otros con mal de ijada, bazo y piedra, y riñones, y otras mil maneras y géneros de enfermedades, que los que por esta Nueva España aportan en la color los conocen, y luego dicen: "este perulero es"; y por uno que con todos estos males (sin el mayor mal que es el de su alma) aporta a España rico, se mueven otros mil locos a venir a buscar la muerte del cuerpo y del ánima; y pues no os contentaste con lo que en España teníades, para pasar y vivir como vuestro pasados, en pena de vuestro yerro es razón que padezcáis fatigas y trabajos sin cuento.

380 ¡Oh, tierra del Perú, río de Babilonia, montes de Gelboe, adonde tantos españoles y tan noble gente ha perecido y muerto, la maldición de David te comprendió, pues sobre muchas partes de tu tierra ni cae lluvia, ni llueve, ni rocía! ¡Nobles de España, llorad sobre estos malditos montes!, pues los que en las guerras de Italia y África peleaban como leones contra sus enemigos, volaban como águilas siguiendo a sus adversarios, en la tierra del Perú murieron no como valerosos, ni como quien ellos eran, sino de hambre y sed, y frío, padeciendo otros innumerables trabajos, unos en la mar, otros en los puertos, otros en los caminos, otros en los montes y despoblados. Oído he certificar que aunque la tierra del Perú ha sido de las postreras que se descubrieron, ha costado más vidas de españoles que costaron las Islas y Tierra Firme y Nueva España. ¿A dónde ha habido en tierra de infieles de tan pocos años acá tantas bastallas como ha habido de cristianos contra cristianos, tan crueles con en el Perú, y a donde tantos muriesen? Bien señalado quedó el campo de la sangre que allí se derramó, y de lo que después sucedió muestra el grande espanto de las crueles muertes. Porque como esta batalla se dio en unos campos rasos, adonde no hay árboles ni montes, fueron vistas lumbres algunas noches, y muy temerosas y espantosas voces como de gente trabada en batalla, que decían: "¡mueran, mueran, mátalos, mátalos, a ellos, a ellos, préndelo, llévale, no le dejes vida!", etc.; y [que] esto sea verdad muchos españoles que del Perú han venido a esta Nueva España lo han certificado, y también ha venido por testimonio, que quedó aquel lugar donde fue la batalla tan temeroso, que aun de día no osaban pasar por allí, y los que de necesidad han de pasar parece que van como espantados y que los cabellos se les respeluzan, sin poder ser otra cosa en su mano. Mas bastante fue la avaricia de nuestros españoles para destruir y despoblar esta tierra que todos los sacrificios y guerras y homicidios que en ella hubo en tiempo de su infidelidad, con todos los que por todas partes se sacrificaban, que eran muchos; y porque algunos tuvieron fantasía y opinión diabólica que conquistando a fuego y a sangre servirían mejor los indios, y que siempre estarían en aquella sujeción y temor, asolaban todos los pueblos a donde llegaban; ¡cómo en verdad fuera mejor haberlos ganado con amor, para que tuvieran de quién se servir! Y estando la tierra poblada, estuviera rica, y todos ellos fueran ricos, y no tuvieran tanto de qué dar estrecha cuenta al tiempo de la final residencia, pues el mismo Dios dice que por cada ánima de un prójimo darás la tuya y no otra prenda; porque Cristo como Señor soberano echa mano de lo bien parado y entrégase en lo mejor, así por el indio que por el demasiado trabajo que le das muere en tu servicio o por tu causa, y más si por tu culpa el tal muere sin bautismo; pues mira que sois sus guardas, y que se dan en guarda y encomienda, y que tenéis de dar cuenta de ellos y muy estrecha, porque la sangre y muerte de éstos que tan poco estimáis clamará delante de Dios, así de la tierra del Perú como de las Islas y Tierra Firme; por eso ande buena olla y mal testamento, que el que no hace lo que debe, su muerte come en la olla; por eso no curéis de saber de dónde viene la gallina sin pagarla, y por qué se traen los conejos y codornices y los otros muchos presentes y servicios, que queréis de vuestra boca sea medida, descuidados de saber el daño que hacen vuestros ganados en las heredades y sementeras ajenas, las joyas a el tiempo del tributo demasiadas, y mandar que den mantas y alpargates a los criados y criadas, y de vestir y calzar a los esclavos, y que traigan miel y cera, sal y loza, y esteras y todo cuanto se les antoja a las señoras; y a el negro y a la negra demandar esto, es de remediar y sentir que se recibe con mala conciencia, porque todas estas cosas serán traídas y presentadas en el día de la muerte, si acá primero no se restituyen, y no aguardar a el tiempo del dar de la cuenta, cuando no se puede volver el pie atrás, ni hay lugar de enmienda. Ciertamente gran merced hace Dios a los que de esta parte de la muerte los retrae de los pecados y les da tiempo de penitencia y lumbre de conocimiento; a este fin se escriben semejantes cosas, para que despierte el que duerme.

381 Cuando los españoles se embarcan para venir a estas tierra, a unos les dicen, a otros se les antoja, que van a la isla de Ofir, de donde el rey Salomón llevó el oro muy fino, y que allí se hacen ricos cuantos a ella van; otros piensan que van a las islas de Tarsis o al gran Zupango, a do por todas partes es tanto el oro, que lo cogen a haldadas, otros dicen que van en demanda de las Siete Ciudades, que son tan grandes y tan ricas, que todos han de ser señores de salva. ¡Oh, locos y más que locos! ¡Y si quisiese Dios y tuviese por bien que de cuantos han muerto por estas partes resucitase uno para que fuese a desengañar y testificar y dar voces por el mundo, para que no viniesen los hombres a tales lugares a buscar la muerte con sus manos! Y son como las suertes, que salen en lleno y con preseas, veinte y salen diez o doce mil en blanco.